Encontrarnos en el viento que sopla
Conversando con una amiga apareció en mi esta imagen o metáfora del viento, del viento que sopla, que insiste, sopla incesante, a veces calmo, a veces cizalloso, el viento que sopla y sacude las velas de nuestros barcos, y produce olas de nuestras prendas. El viento que sopla y se desliza a través de nuestros cuerpos y contornos, pero no tiene pretensión, sólo va hacía algún lugar, un país que ignoramos. Mi cuerpo no rechaza su habla, esa lengua de aire, cambiante, siento aquí hay una comunicación, una danza secreta. El viento hace música con lo que tiene, me decía una vez al ver las miles hojas de un aliso amarillo, todas aplaudiendo al compás del céfiro.
No todo el viento es igual, hay viento de huracán, viento de tifón, de vendaval, de tormenta, en altamar, en el desierto, en la tundra. Viento seco y viento amarillo que lleva hojas. Sí fuéramos el viento, ¿cómo seriamos?
Mi amiga me decía que había usado esta metáfora antes, que el amor era como el viento, que soplaba y corría a través de la luz y de la sombra. Admito me obsesione con el claroscuro, no había considerado lo que el viento tenía que decir respecto a la comunicación. La luz revela lo que no anhela ser revelado, y la sombra se fusiona en la penumbra. ¿Qué hay del viento?
Siento el viento que sopla, la lluvia que moja (parafraseando a Nostos de John Moriarty) estas curiosidades de la vida, nos obsequian algo, una antigua visión.
Durante una gran parte de mi vida me he escondido, he andado por ahí caminando silenciosamente, sin querer llamar la atención. También he evitado el conflicto. He cerrado mis ventanas. Deje el viento afuera.
Pero el mar no deja de rugir, las olas vienen y vienen, se caen y se caen. Aplausos.
Sopla el viento amarillo, y con él, miles de hojas. Los alisos aplauden al vacio, con sus instrumentos dorados. El aire une lo que está separado. Es en la separación donde nos encontramos. Es cuando estamos más perdidos en el bosque que gritamos por ayuda.
¿Pero qué sucede cuando no queremos ser encontrados? Cuando nos escondemos más y más en el bosque. Cuando caminamos silenciosamente…
¿Cómo sería decir aquí estoy? Gritar ¡Ven a encontrarme! ¡Vamos a jugar!
Porque cuando caminamos sobre las hojas secas, estás crujen *crack* *crack* *crack*.
El fuego cruje. Tal vez su enseñanza es la presencia. La intuición aquí es presenciar.
Y siento, la música de la Tierra, nos está dando la bienvenida, se comunica con nosotros, a través del viento que sopla, la lluvia que moja, el fuego que cruje…
Me pregunto sí nos escondemos de nosotros mismos. Sí no queremos hacer ruido, como ratones en una casa donde no somos bienvenidos. Porque toda ecología, todo eco es una casa, es un hogar. Pero sí pudiéramos hospedarnos el uno al otro. Sí nos hospedáramos a nosotros como el viento que sopla, como la lluvia que moja, como el fuego que cruje, ¿Qué pasaría? ¿Podríamos encontrarnos el uno al otro en el bosque?